Los cascos de los caballos del tiempo
chapotean sobre ríos risueños y sangrientos,
ya en escenarios distantes hemos navegado
y nuestras almas juntas, han jugado a ser
Don quijote y Sancho...
en más de una infancia nos hemos amado
con la ternura de ser hermanos.
Hemos sido árbol, y fruta madura disolviéndose en su propia sombra.
Llegas a mí con la agilidad de la luz, para acompañarme en mi asfixiante rutina
y darme el ánimo de un amigo incondicionalmente siempre cercano.
En este espacio absurdo, lleno de manillas
indicando noche, claridad
y puesta del sol apuntando lunas,
nos reencontramos por instantes,
en lo atemporal de nuestro espíritu
para reconocernos intercambiando miradas
y de vez en cuando nos asomamos curiosos,
en aceras paralelas.
Desde mi lado hoy quiero cantarte al oído,
amigo de sonrisa sincera y ojos de canoa,
que transbordan tintero, donde mojo mi pluma,
para escribirte por siempre
que eres mi amigo, hermano, y que te amo
como el pájaro ama al nido
donde yace su sueño y emprende vuelo,
te amo, como el delfín juguetón
que canta sin cesar en su eterno sube y baja,
en la superficie y en lo profundo,
en la forma y la figura,
con la perenne sonrisa tatuada,
te amo, como la hierba a la tierra, se siembra en ella y sus pies fibrosos
traspasan las medias, tocan el cielo
y se vuelven estrellas.
Hoy en la distancia ficticia
acompañada de mariposas y taras danzantes,
nos zarandeamos por el aire
y con el eco del vacío
mi corazón se vuelve maleta que viaja repleta
de infinitas bondades del universo,
llena de versos y besos, para ti...
Gracias por existir.
Autor: Gaby M. Saba
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