domingo, 25 de marzo de 2012

Canción VII

Canción VII
Pensar que el mundo nos parecía tan grande.
Éramos tan lindos.
La luz brillaba en nuestra mirada.
Y a pesar de nuestra soledad y nuestro misterio, nos amábamos:
Cuando caminábamos esos largos pasillos que conocías tan bien
o cuando dábamos esos paseos a medio tarde,
no había quien nos pusiera una mirada en cima.
Éramos el paisaje y nosotros.
Yo, tú.
Tú, yo.
Es que éramos el árbol.
Éramos la calle y la tarde.
Una pareja caminando
y las hojas cayendo como dorados racimos de palabras.
Pero tú, no te atrevías a reconocer que me querías,
que morías por decirme
que te abrazara muy fuerte
y que te dijera muchas promesas al oído,
pero cuando te escuchaba detenidamente,
con esa voz inolvidable, fuerte y cortante como un acero de dos filos
me daba cuenta que el mundo giraba alrededor de ti.


Sepultabas todo con lo que harías mañana y pasado mañana,
de los viajes que harías y la gente que conocerías,
así, querrías convencerme siempre del éxito de tus planes.
Yo, entonces, en ese misterioso silencio lleno de voces y palabras,
no podía prometer nada, porque era tímido
y solo querría en esos momentos una novia
para cantarle a sus ojos café claros
para hacer de sus canciones mi patria,
para juguetear con su cabello…
Lo cierto es que sentías miedo y a mi me dolía tanto la vida.
Tenías miedo,
miedo del mañana,
de mí, de mi destino.
Pero yo, desde antes de nacer ya tenía la daga
trazando una cruz en mi frente.
Se podía oler el fracaso en mi mirada.
El fracaso de no decirlo, de no hacerlo, de no escribir estas canciones…
Y sin embargo la flecha ya estaba en el abismo,
Yo… fui fuerte:
A Neruda nunca le respondieron sus canciones,
qué podría espera yo, un simple muchacho…
Era un solitario.
Con poco mundo.
Y con unas canciones que tal vez nunca escribiría.
Finalmente, algo pasó en tu duro corazón y me ofreciste tu amistad.
Y cuando apoyabas tus manos en mis brazos
Y me pedias ayuda
el mundo se detenía y una cruz azul
caía lenta como un signo de confianza y cariño.
Y el tiempo se detenía y mi corazón también.
Y entonces soñábamos en nosotros.

Se nos adivinaba en la mirada.
Creía que me necesitabas,
y querría pedirte en esos momentos que me besaras,
pero yo… nunca lo hice.
Y ahora que todo ha cambiado,
y que te convertiste en lo que soñaste ser,
y, yo… me da pena decírtelo: fracase,
lo tengo que reconocer: siempre fuimos amigos
y ahora ya no estás tú para cantar estas canciones.
Son canciones del árbol, de la calle, dela pareja caminando.
Solo eso, canciones.
Cómo banderas de olvido.
Canciones.