A manera de homenaje a Eugenio Ruvalcaba del cual pienso que era
igual que su personaje del “Hilito de Sangre”.
En el 2015 me reencontré a Adrián Román. Lo volví a encontrar cómo
siempre. Al parecer a ambos nos ha gustado caminar las calles. Estaba organizando
la feria del libro en la ciudad de México. Me acordé de aquella presentación
del libro del taller de Eusebio Ruvalcaba. Al parecer ya nos habíamos disculpado
un penoso acontecimiento ocurrido unos años atrás.
Ese día que rememoré en ese momento se llevaba a cabo el taller de
Eusebio Ruvalcaba. Sería el 2008. El libro que se presentaría era “La Hermandad
de la Uva”. Ahí fue donde encontré al “Negro”, es decir a Adrián. Así le decía todo
mundo. El lugar era muy cerca del metro
Portales. Llegué al lugar invitado por Víctor Lombard. Era un edificio multifamiliar,
me parece que en un segundo piso. Cuando entré al departamento había unas
sillas dispuestas como para una exposición. También había una página del periódico
“La Jornada” enmarcada y puesta en la pared con un texto que decía algo de un
hombre sólo en una cantina. Alguien, un pintor de brocha gorda, pintaba
la fachada del edificio. Su figura salpicada de pintura se veía entre las
ventanas. Ya la reunión había comenzado. Lo noté porque había tragos por todas
partes. Nos presentamos. Hicieron un
círculo mágico. Todos estaban felices. Dijeron algunos textos se distribuyó el
libro, que era artesanal y todos maravillados, felices. De pronto Eusebio Ruvalcaba
comenzó a decir reiterativamente: "Me voy a ir a beber a La Ópera, pero
sólo me voy a ir a beber con él" y me señalaba a mí. Así creo que fue como
se comenzaron a caldearse los ánimos porque todos sus miembros se les
desencajaba el rostro cada que lo repetía. El caldo de cultivo para la pelea
estaba preparado. Aderezado por Ruvalcaba. Todos contra mí y yo contra todos.
También a Eusebio Ruvalcaba en un momento de adversidad también le tocaría lo suyo.
Ahí en la reunión me encontré con Humberto Ramón Leveth, lo saludé pero estaba tomándose
un trago y al parecer había un malentendido pero el asunto no era conmigo. Le
reclamaron alguna cosa y comenzaron a empujarse y forcejear. Intervine a favor
de Humberto porque lo conocía y estaba solo. Entonces Adrián que hasta ese momento
no conocía apoyó a los otros. Todo mundo se hizo a un lado. Fue cuando ocurrió
lo de Ruvalcaba. En la reunión había una señora de esas cuarentonas acompañada de
una graciosa nena. También había una piñata. Eusebio al ver el jaleo que traíamos,
se le ocurrió tomar la piñata y
despedazarla en el piso del departamentito. Eso fue la nota grave, pero a mi
parecer no fue a propósito, simplemente no midió las consecuencias del drama
por venir. Fue un agravio gigantesco a una pequeña que estaba ilusionada con
ese objeto. La niña lloró desconsoladamente y nos rompió el corazón a todos.
A Ruvalcaba se le fueron encima dos personas que le gritaban: “te
odio para toda mi vida”. Eran cómo ese tipo de insultos que le dice las mujeres
a los hombres o las hijas a los padres. Cosas que ya hemos escuchado. Y el
director de la sección de cultura del "Financiero" Victor Roura sacó
el garbo y se ofreció él solo, a nombre de todos, a resarcir el daño.
La niña y la mamá tuvieron que ser evacuada, de esa reunión de locos.Tomaròn un
taxi de urgencia para comprar otra piñata. Mientras tanto yo me preparaba para
tirar golpes a diestra y siniestra. Victor Lombard llegó tarde porque había
quedado de ver a una de sus esposas y llegó acompañado de ella --nadie sabe exactamente
cuántas tiene--. Negociamos la paz y al final salí de ese lugar invitado por los
mismos amigos que defendía. Todos ilesos. No hice mal las cosas. Le salvé
a un amigo de ser golpeado, pero tuve que retirarme. Mi permanencia era
inaceptable. Cuando me fui todo era un aquelarre. Una confusión total.
Vociferaban y el señor de la escalera pintaba el edificio de amarillo
furiosamente. Vi abordar el taxi a Roura que decía adiós con su melena
plateada. Ese día me salvó que traía cien dólares en mi bolsillo. Podía ir a
beber a la Opera, ja. Así fue que ayer encontré a Adrián Román “El Negro”,
cómo siempre. Cenamos y tomamos café. Me dijo que su madre había
fallecido hace poco. De todo esto concluyo: Siempre hay que ser generosos. Qué
no se me olvide. Alguna vez he necesitado un café en mi estómago y algún amigo
lo ha pagado. Fotografía: Yuri Valecillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario