jueves, 2 de julio de 2015

Cómo sobrevivir al mundo cultural

A manera de homenaje a Eugenio Ruvalcaba del cual pienso que era igual que su personaje del “Hilito de Sangre”.  
En el 2015 me reencontré a Adrián Román. Lo volví a encontrar cómo siempre. Al parecer a ambos nos ha gustado caminar las calles. Estaba organizando la feria del libro en la ciudad de México. Me acordé de aquella presentación del libro del taller de Eusebio Ruvalcaba. Al parecer ya nos habíamos disculpado un penoso acontecimiento ocurrido unos años atrás.
Ese día que rememoré en ese momento se llevaba a cabo el taller de Eusebio Ruvalcaba. Sería el 2008. El libro que se presentaría era “La Hermandad de la Uva”. Ahí fue donde encontré al “Negro”, es decir a Adrián. Así le decía todo mundo.  El lugar era muy cerca del metro Portales.  Llegué al lugar invitado por Víctor Lombard. Era un edificio multifamiliar, me parece que en un segundo piso. Cuando entré al departamento había unas sillas dispuestas como para una exposición.  También había una página del periódico “La Jornada” enmarcada y puesta en la pared con un texto que decía algo de un hombre sólo en una cantina.  Alguien, un pintor de brocha gorda, pintaba la fachada del edificio. Su figura salpicada de pintura se veía entre las ventanas. Ya la reunión había comenzado. Lo noté porque había tragos por todas partes.  Nos presentamos. Hicieron un círculo mágico. Todos estaban felices. Dijeron algunos textos se distribuyó el libro, que era artesanal y todos maravillados, felices. De pronto Eusebio Ruvalcaba comenzó a decir reiterativamente: "Me voy a ir a beber a La Ópera, pero sólo me voy a ir a beber con él" y me señalaba a mí. Así creo que fue como se comenzaron a caldearse los ánimos porque todos sus miembros se les desencajaba el rostro cada que lo repetía. El caldo de cultivo para la pelea estaba preparado. Aderezado por Ruvalcaba. Todos contra mí y yo contra todos. También a Eusebio Ruvalcaba en un momento de adversidad también le tocaría lo suyo. Ahí en la reunión me encontré con Humberto Ramón Leveth, lo saludé pero estaba tomándose un trago y al parecer había un malentendido pero el asunto no era conmigo. Le reclamaron alguna cosa y comenzaron a empujarse y forcejear. Intervine a favor de Humberto porque lo conocía y estaba solo. Entonces Adrián que hasta ese momento no conocía apoyó a los otros. Todo mundo se hizo a un lado. Fue cuando ocurrió lo de Ruvalcaba. En la reunión había una señora de esas cuarentonas acompañada de una graciosa nena. También había una piñata. Eusebio al ver el jaleo que traíamos, se le ocurrió  tomar la piñata y despedazarla en el piso del departamentito. Eso fue la nota grave, pero a mi parecer no fue a propósito, simplemente no midió las consecuencias del drama por venir. Fue un agravio gigantesco a una pequeña que estaba ilusionada con ese objeto. La niña lloró desconsoladamente y nos rompió el corazón a todos.  A Ruvalcaba se le fueron encima dos personas que le gritaban: “te odio para toda mi vida”. Eran cómo ese tipo de insultos que le dice las mujeres a los hombres o las hijas a los padres. Cosas que ya hemos escuchado. Y el director de la sección de cultura del "Financiero" Victor Roura sacó el garbo y se ofreció él solo, a nombre de todos, a resarcir el daño. La niña y la mamá tuvieron que ser evacuada, de esa reunión de locos.Tomaròn un taxi de urgencia para comprar otra piñata. Mientras tanto yo me preparaba para tirar golpes a diestra y siniestra. Victor Lombard llegó tarde porque había quedado de ver a una de sus esposas y llegó acompañado de ella --nadie sabe exactamente cuántas tiene--. Negociamos la paz y al final salí de ese lugar invitado por los mismos amigos que defendía. Todos ilesos. No hice mal las cosas. Le salvé a un amigo de ser golpeado, pero tuve que retirarme. Mi permanencia era inaceptable. Cuando me fui todo era un aquelarre. Una confusión total. Vociferaban y el señor de la escalera pintaba el edificio de amarillo furiosamente. Vi abordar el taxi a  Roura que decía adiós con su melena plateada. Ese día me salvó que traía cien dólares en mi bolsillo. Podía ir a beber a la Opera, ja.  Así fue que ayer encontré a Adrián Román “El Negro”, cómo siempre.  Cenamos y tomamos café. Me dijo que su madre había fallecido hace poco. De todo esto concluyo: Siempre hay que ser generosos. Qué no se me olvide. Alguna vez he necesitado un café en mi estómago y algún amigo lo ha pagado. 


Fotografía: Yuri Valecillo.

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