Ven por mí un jueves, yo sé que no es sencillo,
desde cuando quería pedírtelo,
porque los
jueves son frescos, son ligeros,
son como banderas hondeando en la tarde.
Los jueves se anteponen a la fiesta y al velorio.
Ellos vienen
cálidos cómo un abrazo.
Son la
chispa de que algo inicia,
cómo cuando
uno entra a un bar y la maña inicia en él
y los vasos
brillan y los floreros y la duela también,
así, brillan... cómo la sonrisa de una mesera que tiene buen humor
y está
dispuesta a conversar con uno
y puede comprender cualquier plática que entablemos con ella.
y puede comprender cualquier plática que entablemos con ella.
O cómo cuando
un cantinero te extiende un trago sin cobrarlo.
Lo deseo y lo
deseaba, atrévete, ven por mí un jueves.
O por lo menos
un día que lo parezca, uno solo que no tenga que pedírtelo.
Así, como una
madrugada en la que despierto y me he levantado cinco veces,
y te he
sentido cerca de mí cómo si te recargaras en mi hombro
y viajáramos
en un autobús hacia donde sólo nosotros soñamos.
Un día así,
sencillo, como un ramo de flores frescas
un día, sin
grandes ecos, sin grandes noticias.
Un día mediano
pero en su profundad espiritual y lento.
Un jueves que
dure mucho, un jueves que nos alcance en el recuerdo.